viernes, 27 de diciembre de 2013

Escribe: Ronny Gamboa (ESTUDIANTE DE LA PUCP)

10:00 pm. Faltan 2 horas para navidad y el ambiente pesa una tonelada en casa. Cada minuto que transcurre siento que odio más la navidad. Trato de distraerme continuando un libro llamado “Los viracochas” pero es inevitable concentrarme. Me pongo las zapatillas y para la calle. Caminando siento que me vendría bien unos “Hitlers” para salir de esta cruda realidad. Esta realidad donde el dinero compra la felicidad, donde la navidad no depende de un Papa Noel sino del bolsillo de un padre. Siento que mis ojos se ponen cada vez más rojos, como también siento que me anestesio más del maldito problema familiar que hay en casa.

No pienso pasar navidad hoy en casa con mis diabólicos padres, ni con mis exorcizados hermanos. Quiero pasarla como un pobre, sin un Papa Noel, sin ropa nueva, sin pavo y/o lechón ni cuetes. Deseo pasarla sucio, chancroso y solo. El tiempo sigue avanzando y mientras más se acerca las 12, más estúpido me siento. No pienso llorar. Quiero sentirme feliz por estar triste, feliz porque la estoy pasando como un marginado, con la ropa sucia llena de pintura y las zapatillas rotas. Hoy no brillo, hoy me siento opaco como el cielo gris de Lima. Es duro, triste y jodido. Tengo que ser valiente, ser pobre no es para cobardes. Ahora sé cuántos niños valientes existen en el Perú. Me siento en una vereda y se me vienen a la mente voces de Ollanta hablando sobre la pobreza. Primero creo que debería inventar más letras en el alfabeto para hablar de la pobreza, segundo, creo que debería hablar de cuán satisfactorio se siente tener la mesa llena de grasa y, tercero, que venga a sentarse aquí conmigo y contar las estrellas de hambre. Siento que con lo que pienso no ayudo, siento que pasándola como un pobre no mejoraré la realidad.

Sé que hoy muchos saliendo de Ripley llegarán a sus casas y comenzarán a hablar del consumismo, el materialismo, el individualismo y muchas cosas más que “son expresiones cultas”. Hoy no quiero ser culto, quiero ser un pobre hombre y hombre pobre, alguien que no terminó la secundaria, alguien que no sabe de historia pero sí sabe del presente y el futuro: Estar jodido hasta que me salgan las arrugas. Deseo pararme e irme a caminar por la avenida, pero me quedaré sentado, como si estuviese esperando a que el Gobierno o Dios hagan algo. Sé que la espera será en vano. Sin querer me doy cuenta que son las 11:58pm. Y me tengo que preparar para recibir la vanidad. Deseo que nadie salga de sus casas, no quiero sentir el olor a nuevo, no quiero sentir la presencia de todas esas empresas que se enriquecen con el trabajo del obrero poniéndole precio a las sonrisas.

Estoy solo, ni con Dios ni con el diablo. Me estoy haciendo daño, pero más daño me han hecho los cuentos de hadas. La gente me mira extraño, quizás piensan que no tengo casa o que debería estar con mi familia en estos momentos, me echan de lado. Pero hoy quiero estar solo. Siento pena por esas sonrisas efímeras y por mí mismo. Pena por mí porque sé que en algún momento dejaré de ser pobre para ser aún “más pobre”. Volveré a casa, mejor dicho, a la realidad, donde el dinero es el control remoto de la sociedad y el televisor es el pensamiento común de hoy en día. Intento romper en llantos, me gusta la pobreza pero no me gusta ser aún “más pobre”. Estoy a punto de llorar cuando de pronto siento una mano en el hombro, volteo y me doy cuenta que es mi mejor amigo Renzo. Sin contarle nada de lo que pasaba sabía muy bien lo que sentía. Me dijo: Vamos a mi casa, hay pavo con ensalada, yo: Bueno, está bien, vamos.

 

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