Como muchos de ustedes he asistido a la procesión del Señor de los Milagros y lo he hecho desde que era muy pequeño. El Cristo Morado se ha convertido en el centro de este mes de Octubre desde la época del Virreinato. Y ante esta imagen de Cristo Crucificado, la Iglesia nos invita, con el color morado, a acercarnos al Señor, convertirnos y renovar nuestra vida. No en vano se ha llamado al mes de Octubre la “Cuaresma Peruana”.
Y en Octubre, en torno al Señor de los Milagros, nos sentimos mas hermanos, porque manifestamos nuestra fe y nuestro amor a Cristo; y esto lo podemos apreciar cuando vemos que, tanto al Templo de las Nazarenas como a la Procesión, asisten muchas personas sin distinciones económicas, culturales ni sociales: allí están nuestros políticos, militares, religiosos, deportistas, empresarios, junto con los hombres y mujeres sencillos, del trabajo diario y desapercibido; están los hombres que viven su fe con convicción y se esfuerzan por hacer realidad el Evangelio, junto con aquellos que, por una u otra razón no viven su fe, pero con el corazón del publicano del Evangelio (Lucas 18) se acercan con humildad a Cristo. Frente al Señor de los Milagros todos somos hermanos.
Pero también nos sentimos más peruanos: nuestra música criolla, nuestras costumbres y comidas se hacen manifestación de peruanidad y de fe en este mes. Y sabemos que no estamos solos, estamos en comunión con miles de hermanos que, como dijo el Cardenal Juan Luis Cipriani en su homilía del 18 de Octubre del 2006 en las Nazarenas, en diversas partes del mundo celebran al Señor de los Milagros con procesiones, hábitos morados y sahumerios, para recordar a su tierra y a sus paisanos que esperan un día su retorno. De verdad, el Señor de los Milagros nos une a todos los peruanos.
Una vez que asistí a la procesión, me preguntaba, como es posible que, siendo el mes de Octubre un mes penitencial, haya tanto ambiente festivo en nuestras calles. ¿No será una contradicción hacer tanta fiesta en torno al Señor Crucificado? Y allí recordé las palabras de la Liturgia del Viernes Santo: “Por el madero ha venido la alegría al mundo entero”. Por la muerte de Cristo, que es su triunfo sobre el pecado, ha venido la alegría al mundo y, en octubre ha venido la alegría a los peruanos. Y, si de veras nos encontramos con Cristo, que ya no está crucificado, sino que esta vivo y camina entre nosotros, esa alegría se hace música, guitarra y cajón y casi me atrevería a decir que Jesús resucitado, vivo y presente entre nosotros, canta al son de nuestra música criolla y come turrón, anticuchos y picarones con nosotros, porque Él comparte la alegría de su pueblo, como lo hizo en Caná de Galilea. Después de todo ¿No decía Jesús que su reino se parece a una fiesta con buenas comidas? (Mateo 22, 1-14)
Pero allí no termina todo. De esta manifestación de fe y alegría tenemos que asumir un compromiso: el compromiso de construir el Reino de Dios entre nosotros, de hacer que Jesús, crucificado en tantos hermanos que sufren, resucite y tenga vida, y esa vida se haga alegría. Quien se encuentra con Cristo y se reconcilia con Él comparte la alegría de su fe con otros, no solo invitándole a honrar a Cristo en la Liturgia y en la Procesión, sino a honrar a las imágenes vivas de Cristo crucificado en el amor y servicio al prójimo. Si hacemos que nuestra fe celebrada se convierta en servicio a lo largo del año, nuestro mes morado será una experiencia de fe y de encuentro con Jesús, el mismo del Evangelio, de la Cruz y del Sagrario, el mismo que comparte nuestra alegrías, dolores y esperanzas, el mismo que está en la Iglesia y en el prójimo, el mismo de ayer, de hoy y siempre.
sábado, 29 de octubre de 2011
Escrito por: Fernando Eslava Mendoza / Publicado en: octubre 29, 2011 / Sé el primero en comentar
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