domingo, 26 de enero de 2014

Escribe: Aldo Llanos Marín en exclusiva para El Blog de Topo

Las noticias en la actualidad nos dicen que quince países: Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, España, Francia, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Portugal, Sudáfrica, Suecia y Uruguay, además de varias jurisdicciones sub nacionales de México y los Estados Unidos, permiten casarse a las parejas del mismo sexo. Mientras tanto en el Perú, el lobby homosexual vuelve a la carga tratando de buscar la aprobación social de su estilo de vida esta vez de la mano del congresista Carlos Bruce, que pretende legitimar a través del congreso, las uniones homosexuales. Este proyecto es simplemente la punta del iceberg, que como demostraré en este artículo, va más allá de la simple aprobación o no del proyecto de “unión civil”.

Creo tener la certeza, por las respuestas de muchas personas que gustan opinar del tema, que hay más cosas que están realmente en juego que lo que el ciudadano de a pie ha podido discernir. También tengo la seguridad de que la mayoría de personas que apoyan esa posición, lo hacen más por un deseo -emotivo y voluntarista-, de una pretendida “igualdad”, sin caer en la cuenta de que están reforzando la tiranía de las doctrinas del igualitarismo por la vía del relativismo. De este modo, conocidos políticos, personas de la farándula o tus propios compañeros de clases, opinan a favor de las uniones civiles con muy buena fe,alimentados por el discurso persuasivo de los activistas de estas uniones (liberales e izquierdistas), aunque sin tener mayores elementos de juicio para reflexionar sus contenidos y formular las preguntas fundamentales. Hacia ello me abocaré en este –espero-, breve artículo.

Entonces ¿Qué está realmente en juego?

CUESTIONES BÁSICAS

¿Somos “homofóbicos” si no estamos de acuerdo con las uniones civiles homosexuales?

- Es parte de la dinámica social y esta es irreversible, primero fue la aceptación racial del negro, luego el voto de la mujer, ahora esta dinámica se expresa en las uniones gay, no hay mucho que puedas decir estimado amigo

(Caras de asentimiento entre el público)

- Ah, bueno, ¿pero más allá de tu manifiesto determinismo sociológico, como sabes que eso va a ocurrir?, ¿No es acaso la historia misma la que muestra como la propia dinámica social revela el perpetuamiento de comportamientos e instituciones que corresponden a la naturaleza y al ser de las cosas?, ¿acaso no es el matrimonio entre un varón y una mujer, eje fundante de una familia natural, la institución, que con sus lógicas modulaciones en los contextos históricos–culturales, la realidad social que ha pervivido en el tiempo en desmedro de la poligamia o los “vicios griegos” que solo son excepciones que confirman la regla?

(Nuevas caras de asentimiento entre el público)

- No se puede debatir en este foro con un homofóbico, lo lamento por los organizadores…

En ese momento empezaron los murmullos de la gente ante la negativa de mi compañero de mesa de proseguir el debate, total, ya me habían etiquetado por responder a cada uno de los argumentosdemi “contendiente”sin utilizardesideratas proféticas.

Este es el primer obstáculo que quiero remover para poder entendernos, si no estás de acuerdo con lo que escribo, estás en todo tu derecho de disentir, pero quiero que sepas que nunca te voy a poner una etiqueta o un letrero por defender tus ideas porque eso solo revelaría escasez de argumentos o tal vez algo peor: la arrogancia del mediocre, así se haga llamar “científico social”, o “jurisconsulto”.

Al finalizar el pequeño debate que se les fue de las manos a los organizadores, jóvenes universitarios de una conocida universidad nacional, me quedé pensando en lo rápido que había concluido todo, el muchacho que me endilgó ese adjetivo, utilizado hoy en día como arma arrojadiza contra cualquiera que con o sin razones no está de acuerdo con ciertas ideas pro homosexualidad, tomó sus cosas y se fue con un seco “con permiso”. Él no era homosexual -al menos eso me pareció-, y sin embargo para él yo era un “homofóbico”, pensé entonces en todos mis amigos y amigas homosexuales quienes conocen como pienso pero que no tienen ningún reparo en continuar con nuestra amistad, es más, y al igual que con todos mis amigos, solemos pasarla muy bien en amenas conversaciones cuando de reuniones sociales se trata o cuando simplemente coincidimos por las calles de nuestra ciudad.

Por lo tanto y como criterio básico, quiero decir a todos los que están o estarán de acuerdo conmigo, que tienen todo el derecho de discrepar con quién sea y en donde sea si es que no están de acuerdo con las uniones civiles homosexuales y por eso no fueron, ni son ni serán “homofóbicos”. No se queden callados.

El proyecto de unión civil homosexual como “Caballo de Troya”

En una primera impresión, pareciera que una unión civil homosexual es “inofensiva” y hasta cierto punto “necesaria” ante las “injusticias” y “discriminación” de una sociedad “conservadora”, “tradicional”, “intolerante”, etc., etc., etc. y demás epítetos que el discurso pro homosexual suele repetir. Pero tampoco somos unos lerdos para tragarnos todo el bocado sin reflexionarlo y sin poder diferenciar una verdadera injusticia de un montaje ideológico con estrategia propia.

Este mismo proceder se ha llevado a cabo con extraordinaria similitud en todos los países del “primer mundo” en los cuales se buscó primero doblegar la resistencia cultural por la introducción de una agenda internacional altamente politizada que no busca la protección legal de una persona homosexual sino que busca imponer el “estilo de vida” homosexual para que sea reconocido como plenamente legítimo, es decir, persuadir a la opinión pública de que la homosexualidad es normal pero “diferente”.

Esta resistencia cultural no será totalmente doblegada –la gran mayoría de peruanos en sucesivas encuestas han mostrado su oposición a estas uniones-, mientras las parejas de homosexuales no sean reconocidas como “familia”, es decir, que puedan “casarse” y “adoptar niños”, siendo este último punto el más rechazado por los peruanos en las encuestas. De ahí los desesperados esfuerzos por lograr ese hito social que funcionaría como un hito psicológico. Pero en una sociedad como la peruana, en donde no es posible conseguir la aprobación social y política suficiente como para instaurar los mal llamados “matrimonios igualitarios”, entonces la estrategia se dirige hacia la lucha por las “uniones civiles homosexuales”, a la que en su debido momento el conocido candidato presidencial Pedro Pablo Kuczynski quiso agregarle el componente de “no matrimonial”.

CUESTIONES ESENCIALES

La dictadura del relativismo y la sustitución de la razón por el sentimiento

Así seas abogado, sociólogo, psicólogo, educador o un ciudadano que quiere expresar su opinión libremente, debes saber que esta es la cuestión de fondo, lo demás es simple consecuencia, y muy lamentablemente a este nivel se discute poco o nada en los medios de comunicación social en la que ciertas líneas editoriales (La República, Diario 16 y La Primera) y ciertos periodistas (Beto Ortiz, Marco Sifuentes, Claudia Cisneros, etc.) escriben teniendo como marco ideológico el relativismo.

¿Existe una verdad conforme a la realidad en las uniones civiles homosexuales?

La pregunta es crucial, lamentablemente el debate toma un cariz moralista-religioso que poco ayuda al descubrimiento de las cuestiones de fondo y es que muchas personas en vez de preguntarse si debe o no reconocerse estas uniones, deberían preguntarse primero si existe una verdad conforme a la realidad en las uniones civiles homosexuales y si es que le hace bien a las propias personas homosexuales su estilo de vida como para considerar la posibilidad de una unión civil, que como ya he dicho, en el fondo busca ganar terreno para el establecimiento del “matrimonio igualitario”.

Astutamente la estrategia de los activistas a favor de las uniones civiles homosexuales no intenta defender abiertamente el comportamiento o el modo de vida homosexual sino se enfoca en el discurso de la no discriminación, los derechos humanos y la igualdad para lograr imponer las uniones civiles.

El discurso de los activistas siempre es el mismo, satanizando a todo el que se oponga a sus proclamas tachándolos de fascistas, conservadores –como si esta fuera una mala palabra-, reaccionarios, intolerantes, etc. Además sacarán siempre a colación alguna frase desafortunada, fuera de contexto, o manipulada, de alguna persona opositora para resaltar las tachas que gustan colocar. Ese fue el caso con las frases dichas por el congresista Carlos Tubino, el pastor Humberto Lay o el periodista Phillip Butters.

En la necesidad de reforzar la petición se emitirán reportajes -repetitivos hasta el hartazgo-, para mostrar a los homosexuales como víctimas que necesitan mayor protección del estado ante una sociedad “homofóbica” y que la aprobación de las uniones civiles es un “gran paso” para ello. Un gran ejemplo de la incongruencia de este método, se observa en los casos de Enrique Arméstar y los conocidos estilistas Marco Antonio y Alex Quiroga, brutalmente asesinados, no por una sociedad “homofóbica” sino por sus propias parejas resultado de sus temerarias promiscuidades sexuales. En estos casos da pena ver como se manipulan las memorias de los fallecidos aunque de argumentos nada o casi nada.

En muchas escuelas de abogacía se ha impuesto un concepto relativista de las cosas, expresado en muchos manuales de derecho “positivo”, que niega de antemano la posibilidad de conocer unos valores objetivamente válidos para todos los hombres. Al ver las noticias vemos como en general se acepta sin chistar la capacidad de conocer objetivamente los hechos, pero en lo referido a los patrones de comportamiento, todos valen siempre y cuando se elijan libremente. De este modo frases como “haz lo que te venga en gana siempre y cuando no molestes a los demás” es casi un dogma implícito sin caer en la cuenta que eso “que me viene en gana pero sin molestar a nadie” no puede ser un fin legal por el simple hecho de ser elegido y deseado “libremente”. Pero ¿es realmente así?, ¿un deseo es objetivamente válido porque lo elegimos o elegimos porque es objetivamente válido nuestro deseo?

Si en la actualidad en muchos países se están legalizando no solo las uniones civiles homosexuales sino también los “matrimonios igualitarios”, es porque se va estableciendo la dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo, dejando como criterio último de legislación, al propio “yo” y los propios deseos, rotulados –claro está-, con el sofisma del “triunfo de las libertades”.

Lea la segunda parte el próximo domingo

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