El Llanto del Ciego / Por: Ángel Reyes (Estudiante de Derecho en la PUCP)
La foto perfecta de una crisis de resultados en el fútbol sudamericano es esa en la que los teutones celebran en frente de las caras llorosas de los anfitriones. Tanto Brasil en semifinales como Argentina en la final no pudieron evitar que por primera vez un equipo europeo como Alemania conquiste el torneo en América. Es verdad que selecciones como Colombia o Chile han tenido grandes partidos en el último mundial, pero la verdadera meta de esas selecciones es solo hacer un papel decoroso y no ganar (el pueblo aclama su llegada por perder en octavos o cuartos). La mayoría de peruanos se preocupan por la clasificación al Mundial a como dé lugar y no se dan cuenta de que en caso de lograrlo, es muy probable que se haga un papel vergonzoso.
En adición a la sequía de títulos mundiales a nivel de selecciones desde 2002, a nivel de clubes también hay una crisis reflejada en torneos como el Mundial de Clubes y la Copa Libertadores. En los últimos seis años, solo un equipo sudamericano ha ganado el Mundial de Clubes (vale la pena recordar el gol de Paolo Guerrero ante el Chelsea). Eso no sorprende, pues la dejadez y la mediocridad con la que los brasileños han ganado los últimos torneos del continente demuestran el bajísimo nivel del resto de clubes sudamericanos. Aunque ya ni así los clubes brasileños pueden ganar: en la actual Copa Libertadores, cuatro cenicientas del continente (tal vez San Lorenzo no tanto) están disputando las semifinales.
La selección brasileña que fracasó en el último mundial perdió su clásico estilo de juego. Solían practicar un fútbol alegre en el que primaba la armonía y la belleza, pero con la llegada de Luiz Felipe Scolari dejó de ser un juego para convertirse en trabajo, ya que empezó a primar la forma física y la disciplina táctica, dejando de lado las individualidades. Aunque me parece que este DT sí iba por un buen camino por el hecho de que las selecciones brasileñas siempre han tardado para adaptarse a los cambios que se han ido dando en el fútbol. No hay que olvidar que tardaron 28 años en ganar su primer mundial y 24 en ganar su cuarto. Cuando logren adaptarse al juego físico en el que las defensas importan más que los ataques deberían volver a brillar.
La pérdida de la identidad histórica para jugar al fútbol no es el caso de la selección argentina. Durante el Mundial de Brasil no practicaron un fútbol vistoso, a pesar de tener a Lionel Messi en sus filas. Esto se debe a la obra de su último director técnico, Alejandro Sabella, quien se dedicó a mantener el equipo sólido y ordenado en defensa; también se pudo notar el juego sucio de los hombres del medio y la efectividad de los atacantes en los momentos precisos (sin contar la final). Este estilo efectivo en los mundiales de 1978, 1986 y 1990 fue el motor del equipo de Sabella. Hay que recordar que este DT tiene todo el estilo de Estudiantes de La Plata, que básicamente es mojar la cancha una hora antes, meter faltas sin que se note y provocar al rival.
Argentina alcanzó la final porque se vio a un equipo que no tal vez no lucía, pero sí cumplía. El problema es que solo un país ha mantenido su estilo característico, el resto de los países sudamericanos han asumido que pareciéndose más a Europa empezarían a convertirse en ganadores. Exportan jugadores a temprana edad para que se potencien físicamente y adquieran disciplina táctica, pero no hay una identidad de juego. Llegan los jugadores de Europa para integrarse a la selección, con una idea diferente de juego, y se encuentran con sus compatriotas que pueden ser talentosos, pero juegan a una velocidad menor y con menores exigencias físicas. Este no es un fenómeno de un solo país, ya que se da en Perú, Colombia, Bolivia, etc.
Lo que propongo es que se evite exportar jugadores a Europa con el fin de que las ligas locales sean más competitivas. La idea es que los mejores jugadores disputen competencias nacionales e internacionales tanto los miércoles como los fines de semana. Si equipos millonarios como el Real Madrid o el Chelsea ofrecen mucho por una estrellita no hay nada que hacer, pero la idea es retener a la mayor cantidad de jugadores para hacer ligas competitivas con el fin de llegar a una uniformidad en lo que respecta al estilo de juego. Suena utópico, pero si alguno de esos grupitos de árabes o los mismos gobiernos deciden invertir en los clubes de la región para apoyar la competitividad no debería extrañar que superemos a Europa, ya que el talento no es el problema.
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