jueves, 30 de diciembre de 2010
Escrito por: Fernando Eslava Mendoza / Publicado en: diciembre 30, 2010 / Sé el primero en comentar / Categorías: El llanto del cocodrilo
Por: Rodolfo Rodas Oré
‘Celebro el regreso esperado del Topo y quiero saludar afectuosamente a su director Fernando Eslava, quien en este nuevo comienzo me da la oportunidad de tener un espacio independiente para expresar mi opinión sobre la actualidad política nacional y mundial. El Topo es una tribuna necesaria y referente en la web por lo cual saludo este retorno, deseando que supere el éxito alcanzado anteriormente’.
Un abrazo cariñoso a todos los seguidores del Topo.
Rodolfo Rodas Oré
Escritor
El premio nobel de literatura 2010 ha llegado a Lima hace algunas horas y como no podía ser de otra manera, la prensa le preparó una bienvenida tratando de rescatar sus primeras declaraciones. Veo a un Mario Vargas Llosa despeinado, cansado y hasta aburrido de repetir lo mismo ante cada micrófono, deshaciéndose en agradecimientos mentirosos al Perú, a gente que no lo lee, que siempre le ha dado la espalda a sus libros y que le reconoce únicamente la derrota del noventa, en su campaña presidencial frente a Fujimori. No sé si Mario merecía el premio nobel, quizá su obra literaria es la suma de buenas novelas que en definitiva no hacen una gran novela. Acabo de ver un video donde hacen un paralelo entre Gabo y Mario, y el presentador menciona que la batalla literaria la ganó este último, ya que teniendo setenta y cinco años sigue vigente con una obra general monumental. Para mi Mario no ha escrito la obra maestra que escribió Gabo, esa es la diferencia sustancial. Gabo escribió buenas novelas y un clásico, Cien años de Soledad. Mario escribió solo buenas novelas. Quizá suene un poco mezquino, por eso diré que Mario es un gran escritor, un genial contador de realidades maquilladas en la ficción, solapadas en una imaginación alborotada por una realidad cruda y miserable. No escribió Cien años de Soledad, pero tuvo la personalidad suficiente para hacerse un camino solitario en medio de monstruos literarios como Gabo y Cortázar, con quienes convivió en épocas brillantes de lucidez intelectual y política. Hoy Mario regresa al Perú a pasar fiestas de fin de año con su familia, cansado de un premio nobel desgastante, que lo ha tenido los últimos dos meses paseando por el mundo repitiendo los mismos discursos, el más celebrado, seguramente, el de Estocolmo, cuando hace un agradecimiento emocionado y sentimental a Patricia, su esposa y compañera de vida. Quizá haya sido lo mejor que escribió, esas líneas apasionadas y agradecidas sobre la mujer de su vida, el discurso que cualquier amante feliz quisiera regalarle a la dueña de su corazón, y qué mejor, que en el marco de un premio nobel.
Mario regresó al Perú y comete el error de zambullirse en temas ajenos a la literatura. Comienza a pasear su discurso por campos minados donde generalmente sale mal parado, porque sospecho que su contradicción ideológica lo ha traído de mal en peor, de tropiezo en tropiezo, tratando de emular un sistema ajeno a la realidad diversa del Perú. Mario quizá no conoce al Perú en toda su dimensión, haber estudiado en el Leoncio Prado no le da una visión real, sino solo una muestra, de lo que realmente es el Perú andino, campesino, criollo y selvático, una mezcla de costumbres y etnias que pareciera jamás entraran en convergencia, sino todo lo contrario, el destino y las mafias imperialistas se empecinan en alejar y sesgar. Mario, creer en una democracia mediocre no es hacer un bien sino hacer lo que se puede. Usted en sus años mozos respaldaba la revolución con gran fervor y sus compañeros intelectuales, mentes brillantes a los que seguramente admiraba, lo conminaban a pensar que el cambio estructural y extremista era la solución a todos los problemas sociales. Hoy vemos que no es así, la revolución de un sistema comunista ha fracasado y con ella los más insignes dictadores de la región. Usted en sus años mozos fue castrista, alentó desde su posición posturas radicales como la de Cuba, ya luego con los años se fue moderando, se fue cambiando de bando, se fue pasó de la U a la Alianza, algo que es respetable mas no confiable, porque nos da claras muestras que su posición es cómoda, subordinada, ajena a lo necesario para buscar ese cambio social soñado. Decir que es mejor tener una democracia mediocre a tener una dictadura es una postura muy simplista, es como el que dice no importa que robe pero que haga obras. Estas frases, la suya y la del peruano promedio, son muy parecidas, algo difícil de creer, teniendo en cuenta que usted es un intelectual y que podría tener las cosas un poquito más claras.
Sin embargo, saludo su aversión, tirria y repugnancia por la candidatura presidencial de Keiko Fujimori. Estoy completamente de acuerdo en que Keiko representa el SIDA en fase terminal y que no merecemos tal cosa. Keiko representa el retroceso, el atraso, la ignorancia y la pendejería en su mayor esplendor. Su padre, el ex presiente Alberto Fujimori, sumergió al Perú en una dictadura, en una burbuja donde todo se controlaba, donde la libertad y los derechos se subordinaron a los intereses de Fujimori y Montesinos, dos personajes siniestros que jamás debieron acercarse al poder. La década del noventa representa el atraso, la violencia, el autoritarismo y la dominación más vil y miserable, aprovechándose siempre de las mayorías, de las masas ignorantes, de la clase económica más pobre que en medio de su necesidad le ofrecía el poder infinito después de cada elección presidencial. Fujimori vendió al país en pedazos y nos sometió a un yugo que hasta hoy nos tiene atados a esas trasnacionales que viven de cada sol robado a nuestra gente. Cada vez que reneguemos de Telefónica, acordémonos de Fujimori. Combatió el terrorismo, es verdad, y lo venció, también es verdad, pero me pregunto si eso no era su trabajo, me pregunto si esa no es la función de un mandatario que voluntariamente sube al sacrificado y desagradecido puesto de presidente de la nación. Me pregunto, también, si robar y asesinar eran funciones que el pueblo le encomendó, me cuestiono, si vender el país y maniatar los medios de comunicación eran funciones legales de un presidente elegido democráticamente. Creo que la respuesta es no. Fujimori robó el plan de gobierno de Mario y venció el terrorismo, esos son sus dos aciertos, el resto fue un desastre colosal y una suma de delitos que hoy lo llevaron a estar donde está, en la cárcel. La hija de un mafioso cuyo único merito es ese, ser su hija, de ninguna manera puede llegar al poder, no concibo ese escenario, no creo que nuestra estupidez sea tan oceánica, me resisto a creer que el fujimorismo se burle de nosotros, nuevamente.
Olvidémonos por un instante de Alberto Fujimori y concentrémonos en Keiko. Quién es Keiko, pongamos sobre el tapete su nivel intelectual y su aporte personal a este país. Reconozco que baila bien y que tiene ideas publicitarias de vanguardia, llevando mítines danzarines junto a Carlos Raffo por las zonas del Perú más olvidadas, con la única intención de llegar a un escaño en el congreso. Le fue tan bien en su saltimbanqui discurso político que alcanzó el primer lugar, como la política más carismática y sonriente de la campaña. Ese fue su premio, por eso ahora es congresista, por eso ahora nos representa, pero no en una pista de baile que con justicia sería el lugar ideal donde sus ideas podrían moverse con soltura, sino en el lugar equivocado, en el congreso de la república, donde desgraciadamente se decide el destino de un país condenado a una clase política tan pobre como el pueblo y el sistema que la elige. Perú se ha convertido en un país con ideas mediocres, donde cualquier tipita o tipito pendejerete, con un poco de viveza, puede llegar al poder, convertirse en un dictador y subyugar a su pueblo en la miseria eterna. Aquí no hace falta tener laureles, ni títulos, ni logros académicos, ni ideas sólidas, ni pensamientos, ni conocimientos profundos sobre la realidad nacional, aquí solo hace falta saber bailar, mover el cuerpito o ser bonito, y listo, es suficiente currículo para ser presiente, congresista o alcalde.
En esto voy a muerte con Mario. Creo que en el noventa el Perú le jugó una malísima pasada a un compatriota con ideas confundidas, equivocadas muchas de ellas, pero con los meritos intelectuales suficientes para dirigir dignamente un país, poniendo su prestigio como carta de presentación ante su labor pública. Varguitas ya era un gran escritor en ese entonces y tenía prestigio, reconocimiento, no era un anodino aprendiz de nada que buscaba suerte como candidato, era un señor políticamente confundido pero capaz de poner su nivel intelectual al servicio de su nación. Hoy no comparto muchas de sus ideas políticas, no considero que sea el más grande escritor peruano, habría que leer a Arguedas, a Vallejo, y luego opinar, pero creo que estaremos en la misma dirección contra el atraso, contra ese SIDA terminal que significaría un gobierno de Keiko Fujimori. Saludo su regreso al Perú para la única tarea de evitar que Keiko sea presidente. Quizá para eso sirva el premio nobel al fin y al cabo.
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