jueves, 10 de febrero de 2011

‘’…Algunas congresistas que están a favor de la pena de muerte, tienen un fuerte sabor de venganza, que se expresa con frases como “a mi no me importa la vida del violador, de ese maldito, de ese desgraciado…”

Escribe: Manuel Tantaleán (Abogado)

                 DIOS NO QUIERE LA MUERTE DEL PECADOR, SINO QUE SE CONVIERTA Y VIVA

En estos días se está debatiendo en diversos foros el tema de la pena de muerte para las personas que cometen delitos de violación seguida de muerte contra niños. Definitivamente estamos ante un terreno sumamente complejo, pero nada novedoso; de hecho, cuando hay ciertos delitos que se repiten con frecuencia y que causan una gran indignación por la magnitud del daño causado (terrorismo, secuestro, violaciones, etc.), la reacción de la sociedad es pedir la pena de muerte. Pero, ¿es esa la solución?

Como abogado y como católico, creo que debo hacer algunas precisiones que les deben servir a ustedes como puntos de referencia para formarse un criterio.

  1. Desde el punto de vista jurídico las penas por los delitos tienen por finalidad: sancionar a quien ha vulnerado la ley; resocializar al delincuente (finalidad que en nuestras cárceles difícilmente se cumple) y de disuadir (es decir evitar que se cometan las conductas prohibidas por la ley). Pero la sanción por el delito cometido no debe convertirse en una venganza de la sociedad. Es verdad que ante delitos graves, el primer sentimiento que tenemos es la venganza (ojo por ojo y diente por diente, y si es mas que eso, mejor); pero no podemos dejar llevarnos por este tipo de sentimientos que no conducen sino a generar mas violencia. Lamentablemente, el discurso de algunas congresistas que están a favor de la pena de muerte, tienen un fuerte sabor de venganza, que se expresa con frases como “a mi no me importa la vida del violador, de ese maldito, de ese desgraciado”, y eso no va de acuerdo con la finalidad de la ley.
  2. Nuestro Poder Judicial tiene muchas dificultades para administrar justicia: está muy recargado y los expedientes son muy complejos como para analizarlos con detenimiento, eso, sin contar con los posibles casos de corrupción y de manipulación de la opinión pública (recuerden los casos de “Utopía” y de Giuliana Llamoja en los que ha habido mucho revuelo en los medios de comunicación). En esas circunstancias ¿puede administrase justicia, con criterio de conciencia? ¿puede un juez actuar con la suficiente libertad para administrar justicia, sabiendo que tiene a los medios de comunicación pendientes del caso y corriéndose el riesgo de tener a un sector de la opinión pública en su contra? Mucho me temo que, en estos casos, quienes sean condenados a muerte sean personas de bajos recursos económicos que no tengan dinero para pagar un abogado hábil que convenza de su inocencia a los jueces y a la prensa.
  3. ¿Qué se hace para prevenir las violaciones? Los profesionales de la salud señalan que las personas que comenten delitos contra libertad sexual pueden tener algún problema psicológico. ¿Se hace algo para ayudar a las personas con este tipo de problemas? ¿La muerte de las personas con problemas psicosexuales es la mejor solución? Por otro lado ¿Cómo están nuestras familias, en las que la irresponsabilidad, el libertinaje y el egoísmo de los padres destruyen la vida de los niños y los jóvenes, dejándolos a merced de personas inescrupulosas, de las pandillas y de los vicios? ¿Se da una educación sexual en valores? Tal parece que la educación sexual consiste en decir “Haz lo que quieras, eres libre, mientras no salgas embarazada o no te contagies de alguna enfermedad no hay problema”.¿Cómo están nuestros medios de comunicación (periódicos, fotos, películas, comerciales, etc.) en las que el sexo no es visto como don de Dios y riqueza de la persona humana, sino que es un juguete con el cual se puede hacer de todo y “no pasa nada”? Lo más importante no es matar a los violadores, sino evitar que hayan más violaciones; y eso se consigue con la prevención. ¿Se hace algo al respecto?
  4. Desde nuestra fe (que debería ser el punto de vista mas importante para formarnos un criterio, después de todo somos “luz del mundo y sal de la tierra”) debemos considerar lo siguiente:

- Dios es muy claro cuando en el Decálogo nos dice “No matarás” y en otro pasaje dice “Yo doy la muerte y la vida”. Y Jesús, es mas radical al decirnos “se dijo a los antiguos ojo por ojo y diente por diente, pero yo les digo… amen a sus enemigos” (les invito a leer Mateo 5, 17-48). En este país que se dice católico, ¿se cumple esta parte del Evangelio al pedir la pena de muerte?

- Es verdad que el Catecismo de la Iglesia Católica señala que hay casos muy graves en los que es posible aplicar la pena de muerte, pero hay que recodar que estos son casos sumamente extraordinarios, que no pueden convertirse en la regla común y, como dice el Catecismo, solo debe aplicarse una vez agotados todos los medios incruentos para sancionar y corregir al delincuente. Al aplicar la pena de muerte ¿hemos agotado los medios para corregir y sancionar o mas bien es la primera medida que tomamos?

- “Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”. Ese es el sentimiento que brota del corazón de Dios, del Corazón de Jesús. ¿Lo hemos tomado en serio? Dios es un Padre que ama a todos sus hijos (si, Dios ama con ternura a los violadores, a los terroristas, a los corruptos y no solo a los buenos). Por ellos murió Cristo en la cruz, allí el cargó con sus pecados. ¿Lo hemos olvidado? El Evangelio es mas exigente de lo que creemos: “Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5, 48)

Con estas reflexiones no niego el deber y el derecho del Estado de sancionar a los que cometen delitos, pero esto no se debe hacer con violencia, ni con deseos de venganza. Tampoco defiendo los derechos de los violadores en contra de los derechos de sus víctimas, ya que toda vida es sagrada, sea de quien sea; y como ustedes me indigno cuando se malogran o destruyen vidas inocentes. Pero creo que la solución a las violaciones de niños no es la muerte del delincuente, aplicando esa frase que dice “muerto el perro se acabó la rabia”; sino la aplicación estricta y justa de la ley; y la prevención de este tipo de delitos que tanto daño hacen a nuestra niñez y a nuestra sociedad.

Manuel Tantaleán Guillén

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